Aunque creamos que nuestros dientes presentan una gran resistencia por tratarse de huesos, el paso del tiempo y la gran cantidad de presión que experimentan día tras día pueden llegar a producir alguna grieta o erosión en la dentadura.
Cuando aparece una grieta, normalmente suele ser bastante pequeña y existen dos tipos. Una hace referencia a la propia grieta en el diente, que puede ser muy molesta y bastante dolorosa y por otro lado, hablamos de la fractura que se produce en la línea del esmalte, es algo más superficial y aparentemente se ve como una grieta pero ni produce dolor ni se pierde hueso. Por ejemplo, los diferentes cambios de temperatura pueden producir este tipo de roturas, pero tras una remineralización se soluciona el problema y no requiere cirugía.
En cambio, las grietas en el diente sí pueden convertirse en un problema e incluso afectar a capas más internas si no se vigilan a tiempo. La tensión que sufren los dientes día a día puede llegar a ser peligrosa si además mordemos y masticamos de forma excesiva o incluso tenemos la mala costumbre de apretar los dientes. En este momento, el nervio del diente envía una respuesta que se traduce en una sensación de dolor.
La principal causa de las grietas en los dientes es la presión, que hace que con el paso del tiempo, la estructura del diente se vaya debilitando. En este caso, la alimentación cobra bastante importancia y una dieta saludable podrá reparar el problema. Además, una presión adicional puede suponer el inicio de una grieta, y ésta deberá mantenerse para prevenir la fractura. Los empastes de mercurio e incluso las coronas también pueden provocar grietas si no se colocan correctamente, ya que hacen que se muerda de forma irregular y eso provoca una tensión que va debilitando la dentadura.
Lo más importante es saber afrontar el problema a tiempo y acudir a un experto para que nos proporcione la ayuda necesaria que permita reparar los posibles daños que aparezcan en la dentadura.